En el año 2008, la revista Time declaró el sistema de test genómico de la
empresa 23andMe como invento del año.
Dicho test decodifica el ADN de una persona a través de una simple muestra de
saliva, proveyendo datos de interés para determinar el probable origen geográfico
de los genes del individuo. Esos datos ofrecen también información sobre las
posibles enfermedades que dicho individuo podría tener, en uno de los primeros
servicios internacionales de medicina personalizada business to consumer (aunque la Federal
Drug Administration de EEUU prohibió provisionalmente, en 2013, el
suministro de datos sobre la salud de los clientes para evitar posibles
confusiones en los mismos, y ante la falta de una regulación clara sobre el
tema).
23andMe, startup californiana, pertenece a la última generación de empresas del
Silicon Valley que operan en la
intersección de la revolución genómica, el big
data y los nuevos modelos de negocio. Su fundadora, Anne Wojcicki, uno de
los mitos emergentes del Valley, es bióloga, hija de un profesor de física de
Stanford, y hermana de la antigua CEO de Youtube, Susan Wojcicki. Anna Wojcicki
fue nombrada “The Most Daring CEO” (la
CEO más atrevida) por el magazine FastCompany en 2013, a la vez que la revista apuntaba a las consecuencias éticas, sociales
y personales de la inquietante posibilidad de conocer al detalle el código
genético de los individuos, y sus probabilidades de contraer determinadas
enfermedades. Para Fast
Company “existe algo terrorífico en pedir datos fríos, obtenidos por
computador, sobre alguien que amas. ¿Realmente
deseas saberlo?”
La propuesta de valor de 23andMe es sencilla: por 99$ te envían a casa un
kit con una probeta, que debes llenar de saliva. Un servicio de mensajería
recoge dicho kit, y en unas 4 semanas, recibes on-line los datos sobre tus
raíces genéticas. Tras ese servicio, existe un ingente proyecto de acumulación
de información, y de investigación de millones de genomas para mejorar las técnicas
predictivas de determinadas enfermedades de origen genético. Pero dicha
iniciativa no deja de ser una empresa privada. En 2007, Google invirtió 3’9
millones de dólares en 23andMe. En 2012, consiguieron 50 millones adicionales
en series D de capital riesgo. Este año, han levantado una nueva inversión
de 115 millones. La empresa sigue creando expectativas, aunque no han
conseguido todavía beneficios operativos.
Dejando a un lado su controvertida propuesta sobre provisión de información
médica, lo que me fascinó de la empresa es su utilidad para conocer
nuestros ancestros. La biología molecular nos permite determinar nuestras
raíces más lejanas. Fragmentos de nuestro ADN tienen denominación de origen
geográfica. ¿Quines somos? ¿De dónde venimos? Generalmente, no tenemos registro ni recuerdo de nuestros antepasados más allá de un par de generaciones. National Geographic
e IBM ya lanzaron hace unos años el proyecto Genographic para compilar muestras
genéticas de poblaciones de todo el mundo y procesarlas para determinar la
filiación geográfica de los genes, y las rutas de nuestros ancestros en sus
migraciones desde la salida del Homo Sapiens de su cuna africana
Hace pocos días recibí los resultados de 23andMe. Aquí los comparto. Un 62,6%
de mi ADN procede de la Península Ibérica. Realmente, no tengo ningún registro
de antepasados foráneos. Todos mis ancestros conocidos eran originarios de
Catalunya o del Sur de España. Pero aparece un curioso 3,3% de genoma originario
de Italia (¿posible traza de lejanísimos antepasados romanos?).
Un 2% de mí proviene de las Islas Británicas. Investigando casos similares
en la web, podría ser un rastro de los pueblos celtas que habitaron la
Península. Pero también pudieran ser antiquísimos genes ibéricos, dado que
durante la Edad del Hielo pueblos precélticos se refugiaron en el Sur Europeo
y, tras el deshielo, se expandieron a Britania. El caso es que mis genes celtas
se localizan en el cromosoma 19, precisamente el que regula el color del pelo y
de los ojos. Es consecuente. Más de una vez me han dicho que “parezco” inglés…
Un 1,4% de mi genoma es franco o germánico. ¿Sangre visigoda? Y un sorprendente
0,7% es ashkenazí, proveniente de la comunidad judía de Centroeuropa. Leyendo sobre el origen de este grupo étnico, y contrastándolo con datos del test de
23andMe, una hipótesis es que dicha carga judía venga a través de mi linaje
materno (transmitido a través del ADN mitocondrial, que sólo se hereda de
madres a hijas). Mi halogrupo de ADN mitocondrial (grupo de población genética)
es el llamado “J1b1a”, cuya mayor densidad se da en Prusia, Polonia, Chequia y zonas del Báltico. Parece que la
abuela de la abuela de la abuela de la abuela de mi madre era una ashkenazí
centroeuropea que por alguna extraña razón aterrizó en Murcia…
Más sorprendente, si cabe, es la detección de un misterioso 0,1% de ADN
próximo al de un individuo de Extremo Oriente (Siberia, Japón, China…) o nativo
americano, y un aún más extraño 0,1% de ADN probablemente subsahariano.
Algunos europeos que portan ADN asiático lo heredaron de las poblaciones hunas
y mongolas, que llegaron a la Europa del Este durante la Edad Media. En mi caso, mi hipótesis, dado
el componente residual de esos genes y a su proporción similar, es que se deben a un solo individuo que sitúo en unas 10 generaciones atrás, hacia 1715.
Un individuo que tenía ancestros africanos y siberianos... Posiblemente un
esclavo en el Nuevo Mundo. Es sabido que, en la época de la exploración de América, y dada la escasez de mujeres en Europa (muchas morían durante el parto), múltiples europeos iban a probar suerte en las Indias Occidentales y volvían con familia. ¿Algún lejano antepasado fue a hacer las Américas y
volvió con una esposa americana, de sangre esclava?
Nunca sabré si todas estas hipótesis son ciertas, pero es una evidencia que en una pequeñísima parte de mi ADN aparecen exóticos genes judíos centroeuropeos, asiáticos y africanos... ¿Cómo llegaron hasta aquí?
Por último, un dato que, al menos a mis hijos les ha divertido mucho: el
3,5% de mi genoma es Neandertal, proveniente de las antiguas especies humanas,
previas al Homo Sapiens, que poblaban Europa y que se cruzaron con los humanos
modernos (Cro-Magnon). Una proporción notablemente superior a la media (2,7%).
En definitiva, la experiencia 23andMe nos introduce en un nuevo y
fascinante mundo. Nos provee de información inédita. Permite que nuestros
ancestros más remotos vuelvan a emerger a través de las modernas técnicas de
biología molecular. Y nos ofrece una muestra más de los servicios, los
productos, y las empresas disruptivas que están transformando el mundo.